Rosa Madera y Cristóbal Vásquez, fundadores de “Empatthy”, conversan con Carolina Rudnick, presidenta de esta institución que busca terminar con el comercio y la venta de seres humanos, una cifra que se estima llega a los 40 millones. Generalmente estas personas son captadas a través de falsas ofertas de empleo y son llevadas fueras de sus países de origen, donde les retienen sus documentos y los someten a condiciones de trabajo forzado, a explotación laboral o sexual.
En el segundo capítulo de la tercera temporada de “Empatía que Impacta”, el podcast de filantropía estratégica de El Líbero, Rosa Madera y Cristóbal Vásquez, fundadores de “Empatthy”, conversan con Carolina Rudnick, presidenta de Libera, una fundación sin fines de lucro que tiene por objeto contribuir a prevenir y a combatir la trata de personas y la esclavitud moderna en todas sus formas, promoviendo la libertad y la dignidad humana en Chile, Latinoamérica y el mundo.
“Hace ya algunos años, probablemente desde el año 2011, irrumpió en nuestro país un tipo de delito muy especial que es de extrema gravedad y que ha sido reconocido en tratados internacionales. La trata consiste en una forma de esclavitud moderna, que es el acto de comerciar y de vender seres humanos, donde ciudadanos, generalmente extranjeros, son captados a través de falsas ofertas de empleo y son llevados desde sus países de origen hasta países de destino, donde una vez que llegan se dan cuenta que esta oferta de trabajo o posibilidad de desarrollo es falsa y les retienen sus documentos y los someten a condiciones de trabajo forzado o de explotación laboral o sexual”, explica Rudnick.
En la conversación, explican que las formas de explotación pueden ser de carácter sexual o laboral, lo que se da en diversas actividades económicas como en la agricultura, en fábricas textiles, en el comercio, en el trabajo doméstico, etc.
“Otra manifestación contemporánea es la famosa servidumbre por deudas, engañan a las personas, las traen al país, les retienen sus documentos, en muchos casos las amenazan con denunciarlas a las autoridades o eventualmente lesionar a sus familias, y como la mayoría son migrantes que no tienen redes acá, efectivamente estas amenazas logran generar en ellos miedo, y los someten a estos trabajos forzados”, dice la presidenta de la institución.
Así, el delito se traduce en largas jornadas de trabajo, sin o con muy poco sueldo, poca posibilidad de disponer de tiempo propio, amenazas psicológicas, en algunos casos violencia física, y eventualmente, también consumo de drogas para doblegar su voluntad. Rudnick explica que, a nivel internacional la estimación cifra en 40 millones de personas, de los cuales el 70% son víctimas mujeres.
“En Chile, las cifras oficiales son bajas. Entre el 2011 hasta el 2017 habla de 214 víctimas, pero hay que tener en consideración que esa cifra tiene ciertos filtros, y los filtros es que solo contabiliza las causas en las cuales los fiscales van a juicio, a tribunal y formalizan la investigación (…) El índice global de la esclavitud cifra 14 mil víctimas en Chile.Estamos hablando de 214 versus 14 mil”, afirma la presidenta de Libera.