Eudona y su lucha tras las promesas rotas en los campos de frutas

Una valiente migrante haitiana comparte su experiencia como recolectora de frutas en Chile. Su rostro muestra tristeza y su memoria se ve afectada por las difíciles condiciones que soportó en numerosos fundos. A pesar de olvidar algunos detalles, recuerda vívidamente haber trabajado en cosechas de uvas, mandarinas, clementinas y arándanos en distintas regiones del país. Recibida con amabilidad en su modesto departamento de Lo Prado, Eudona lucha por expresar sus vivencias en un idioma ajeno. Engañada por Francisco Mendoza y sus socios, aceptó un empleo prometedor que se convirtió en pesadilla. En sus propias palabras, “Francisco es una persona muy mala”.

Cuando Eudona relata las condiciones que tuvo que soportar mientras trabajaba como recolectora de frutas, su rostro refleja tristeza. A menudo baja la cabeza y el paso del tiempo ha hecho que olvide algunos nombres de tantos fundos a los que la trasladaron.

Sin embargo, recuerda con nitidez que trabajó en cosechas de frutas como uvas, mandarinas, clementinas y arándanos en el norte y en el sur del país. Y también algunos nombres de fundos como Tilama, tampoco lo olvida.

Con gran amabilidad, nos recibe en su pequeño departamento que alquila en un segundo piso, donde vive con su hijo de tres años y su esposo, en la comuna de Lo Prado. Es evidente que quiere expresar muchas cosas de las vivencias que ha tenido, pero el idioma no le ayuda. Aun así, se esfuerza por encontrar las palabras.

Eudona tiene cuatro nombres y un apellido. Los otros tres nombres son Fritzie, Melinda y Marla, y su apellido es Fenelón. Nació en Haití y no pasó mucho tiempo después de terminar sus estudios secundarios para tomar la decisión de viajar a Chile con la intención de estudiar medicina. Y así lo hizo. Junto con uno de sus primos, abordó un avión con destino a Santiago para perseguir sus sueños. Sin embargo, al llegar, se dio cuenta de que las circunstancias no le eran favorables y comenzó a buscar trabajo.

Mientras se encontraba en la Plaza de Armas, en pleno casco histórico de Santiago, le ofrecieron una oportunidad laboral en fundos agrícolas para recolectar frutas, con un salario y unas condiciones que resultaban imposibles de despreciar.

La oferta la realizó Francisco Mendoza en abril del año 2017, junto con sus empleados y socios. Le prometieron trabajo, alojamiento, alimentación y condiciones que le permitirían obtener los documentos necesarios en el país.

Junto a Eudona, en aquel entonces de 23 años, se encontraban muchos más compatriotas suyos. Muy pocos de ellos hablaban español, y mucho menos conocían las leyes chilenas, lo cual los hizo más vulnerables a caer en la trampa.

A Eudona y sus compatriotas los subieron a buses para trasladarlos a diferentes campos, donde se dieron cuenta de que las condiciones eran muy distintas a las prometidas.

Los salarios mensuales variaban:

“250 mil pesos con mandarina, pero después de un mes no había mucho trabajo, 150 mil pesos, 180 mil pesos”, dice Eudona con tono de insatisfacción al mencionar las horas que debían trabajar para ganar ese salario: “¡Uyy… de 8:00 a.m. a las 7:00 p.m., incluso trabajando los domingos!”

No tenían ni un solo día de descanso, ya que, si alguien no trabajaba un domingo, por ejemplo, le descontaban el día.

Las condiciones de alojamiento y descanso también eran extremadamente precarias. Eudona cuenta que tenían que compartir habitaciones reducidas con hasta seis personas y solo había un baño para 64 personas.

También relata la experiencia de tener que vivir en containers, donde vivieron por tres meses.

“No teníamos comida. Muy difícil”.

Los contratos fueron objeto de cambios para Eudona por las distintas empresas controladas por Francisco Mendoza. El primero se escrituró en el año 2017 con una empresa llamada Alimentos Naturalmente del Sur Erika Andrea Segovia Godoy EIRL y, posteriormente, el contrato se le cambió por la empresa llamada Innovha B SpA. Después, Eudona registra un contrato en el año 2018 con la empresa llamada Agrícola Recondo SpA.

Eudona tuvo que soportar esas paupérrimas condiciones laborales durante dos años. No podía irse debido a sus escasas conexiones en el país, su limitado dominio del idioma y su esperanza de obtener la residencia.

De hecho, relata que nunca tomó la decisión de abandonar esas condiciones laborales; ella y otros compañeros fueron abandonados en uno de los campos. Esperaron un día, tres días, 15 días, un mes. Francisco Mendoza y sus colaboradores nunca regresaron. Eudona y sus compañeros quedaron con una gran parte de su salario sin recibir. Solo hasta que ocurrió aquello decidieron irse.

Ahora, Eudona tiene residencia definitiva en el país. Trabaja con una empresa empacando productos para supermercado, pero en condiciones son muy diferentes a las vividas en el sector agrícola. Tiene contrato de trabajo con todas las condiciones regulares y dice recibir un trato digno, diferente a lo vivido con Francisco Mendoza.

Finaliza diciendo lo que piensa de su antiguo empleador:

“Francisco en mala persona, para mí. Muy mala”.

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